
Fotografía por: Mauricio Oliver (@mau_in_cdmx)
Despertamos para pasar un día más conociendo la fantástica Barcelona.
Caminamos por las Ramblas hasta llegar al “Mercado de San José” o “La Boquería” instaurado en 1840.
¡Ah, los mercados! No hay lugar más lleno de vida, de cultura, de comida y de orígenes que el mercado de una ciudad.
Si los parques son los pulmones de una ciudad, los mercados, son el corazón.
Aún así, entrar a un mercado puede ser avasallante. Hay tantos puestos por visitar, tantos productos por probar.
Un tip un poco obvio, pero útil es, si un puesto está lleno, por lo general es bueno.
Nosotros teníamos un destino: “El Quim de la Boquería”. Fundado en 1987, tiene un poco más de mi edad.

Mientras yo nacía, crecía, etc. Quim Marquez se enfocó en fundar y crecer su puesto en la Boquería, soportando varias mudanzas.
El producto que utiliza es todo originario del mismo mercado.
Este local estaba a reventar. Es un puestito rectangular con unos 12 bancos y atrás de los comensales sentados hay otra fila de personas esperando, algunas pacientemente y otras no tanto, a que se desocupe un lugar.
Frente a los comensales hay vitrinas que los seducen con piquillos, papas, ostiones, mejillones, camarones, tomates, pimientos, todos frescos y hermosamente acomodados y listos para ser preparados y devorados.


En el centro está una cocina abierta con unos 4 o 5 cocineros trabajando a mil por hora, entre sartenes y llamas aunque de manera tal que parecen estar en un baile sincronizado en donde nadie le estorba a nadie y todos se mueven armoniosamente. Podría apostar que podrían hacer lo que hacen con los ojos cerrados.

Los cocineros están ocupados, con prisa, pero son amables (nivel España).
Teníamos cierta presión social de las personas hambrientas detrás de nosotros pero tratamos de tomarlo con calma.
Como todos los días en que estuvimos en España, aprovechamos para pedir jamón ibérico de bellota.

Jamás me acostumbraré a la riqueza y profundidad de sabor que tiene el jamón en España.
También, pedimos unas mimosas, porque cualquier pretexto es válido cuando de tomar mimosas se trata. Esta vez, el pretexto fue que estábamos “bruncheando”.
Después, pedimos el platillo que hace famoso a este lugar: unos huevos fritos con chipironcitos.
Honestamente, huevos con moluscos no sonaba muy alentador hasta que probé esta belleza.
Llegó en una cazuela, con un huevo estrellado sepultado bajo una montaña de chipironcitos bebés y un poco de cebollín.

El platillo está cocinado simplemente con aceite de oliva, ajo, sal y pimienta.
Jamás había probado una combinación así. La textura de los chipirones tiernos tienen un sabor inconfundible a mar, un poco terroso que luego estalla con la cremosidad de la yema del huevo. Todo lo anterior, lo acompañas con un pan y te mueres de alegría.

Este es el tipo de lugar al que vendría una y otra vez, dispuesta a esperar, a salivar detrás de los suertudos que llegaron antes que yo, emocionada de probar todo el menú y gozar de la comida que viene del corazón del chef y de la misma ciudad.
“Mi modesto local quiero que siempre sea un lugar de encuentro de culturas y gustos con una única devoción: la gastronomía. Un lugar donde poder degustar la auténtica cocina de mercado, del Mercado de La Boquería”-Quim Marquez