
Fotografía: Mauricio Oliver
Café du Monde
Llegó el día de visitar el lugar que me hizo querer conocer Nueva Orleans en un principio: Café du Monde.
Claro que con mi intensidad logré meterlo en el itinerario a las 8 am antes de nuestro tour de Voodoo. Diversión pre-agendada es mi especialidad.
Café du Monde, la cafetería que no duerme. Está abierta 24/7, 364 días del año (sólo cierra en Navidad y en caso de huracanes) y desde 1862.

Este lugar se encuentra en el famoso Barrio Francés enfrente de Jackson Square y es el corazón de Nueva Orleans.
La fila era larga pero avanzaba cada minuto, además de que había una pequeña banda tocando jazz en la calle mientras esperábamos, porque: Nueva Orleans.
Nos sentamos y por un momento solamente absorbí el ambiente del lugar. Paredes tapizadas de blanco y verde, la cocina al fondo con meseros más eficientes que hormigas yendo de un lado para otro, el olor a beignets y café recién hecho, el jazz de la calle en el fondo. ¡Qué encantador lugar!
Luego, llegó el mesero que fue directo al grano. Ordenamos, nos cobró en ese momento, se fue y regresó en no más de 10 minutos con los tan ansiados beignets y cafés (parte de por qué la fila avanza tan rápido). Eso es eficiencia y no tonterías.
Aquí nadie se complica la existencia. El menú consiste en: café negro, café con leche, chocolate, jugo de naranja y beignets cubiertos en azúcar glass.

Sinceramente, siendo alguien particularmente indecisa, es un respiro de aire fresco no tener que escoger de un menú de 10 páginas.
Los beignets (diminutivo de buñuelo en francés) se preparan friendo masa hecha con harina, huevos y mantequilla en aceite. Luego, los sepultan en montañas de azúcar glass encima y ya están listos.
La primera mordida del beignet es como morder un pedacito de cielo. La masa es crujiente por fuera y suave por dentro, mientras tanto el azúcar se disuelve en tu boca. Eso, balanceado con un trago de café es la perfección. Es curioso como una fórmula tan sencilla puede perdurar por tantos años.
El tamaño minúsculo de la mesa propició que nos apretáramos alrededor de los beignets y los cafés y así, en medio de todo el ajetreo, pudimos tener un momento muy lindo e íntimo.

Se agradece la simplicidad. Sólo venden un platillo y ese platillo es perfecto, no se necesita nada más.
Pat O’Briens
Creo que no hay nadie que haya ido a Nueva Orleans que no haya visitado este famosísismo bar abierto en 1933.

Ubicado en la infame Bourbon Street, es una tentación a plena vista.
El lugar se divide en el bar principal, el patio y el piano bar. Nos fuimos directito a los “dueling pianos” o duelo de pianos en donde el público escribe canciones en servilletas y se las da a los pianistas para que las toquen mientras todos las cantan junto con ellos.

Siempre hay fila pero tuvimos suerte y encontramos una mesa en primera fila. Una vez sentados, ordenamos el característico trago que tienen llamado: Hurricane.
Este trago tiene una historia especial. En la década de los 40’s, muchas destilerías de EUA se usaron para fabricar artículos de primera necesidad para la guerra y el licor doméstico era escaso. Sin embargo, el ron que venía por el río Mississippi desde las islas del Caribe era abundante. Para poder comprar una caja de Bourbon, tenías que comprar antes grandes cantidades de ron. La gente en el bar se puso a experimentar con recetas y, nació el Hurricane.
Un vaso con forma de lámpara de huracán (como las lámparas de keroseno de antes) que tiene 4 onzas de ron y 4 onzas de mezcla secreta de Hurricane da lugar a un trago que vale por tres, color rojo eléctrico y dulce como jarabe de tos para niños.

No necesitas más que un par de Hurricanes y un duelo de pianos para una noche inolvidable en Nueva Orleans.